lunes, 24 de agosto de 2009

Pablo P



Mientras cobro fuerzas para terminar de ordenar todo el material que se acumuló y será muy pronto el #3 del zine, les dejo un texto que está en el #2, inaugurando el tag de las vidas breves. Es un texto muy cercano para mí y me resulta difícil aplicarle calificativos: sobran todos, me parece. Lo que importa es que cada historia de éstas, por más breves que sean, condensan esa eterna pregunta acerca del por qué de la injusticia. Vidas breves que se encienden, antes de estallar, e iluminan ese espacio que se escapa a la buena conciencia. ¿Es ese el valor de esas vidas? Claro que no, y Marian P, que escribió este relato de Pablo P, lo sabe muy bien. Por eso eligió compartirlo con nosotrxs.

Pablo P

Voy a contarles la historia de Pablo P.
Es una historia curiosamente breve,
pero al mismo tiempo eterna, porque sucede en la infancia, el lugar donde cada
instante es infinito.
Pablo P. además de ser un niño es un punto donde
confluyen realidades diversas: marginalidad, Estado ausente en lo que respecta a
la protección de la infancia, marco jurídico deficitario, crisis económica y
social destruyendo cuerpos, mentes y ensañándose particularmente con los
vínculos primarios…
Llega a mi familia y a mi vida después de haber estado
institucionalizado a la edad de tres años. De la institución recuerdo únicamente
que tenía una calesita de hierro en una especie de hall de entrada, un lugar
donde me gustaba jugar con él mientras mis padres firmaban papeles con gente
seria y con su mamá, Julia. Durante años la imagen de las instituciones “de
menores” estuvo asociada para mí a esa calesita.
Por suerte Pablo P.
encuentra una familia, que constructivamente irá forjando su identidad y su
estructura psíquica. Pablo P. aprende sobre la conducta, los hábitos y los
valores, porque no tenía ninguno. Aprende que no sabe nada. Que no se hace caca
en la bañera mientras se lo baña. Que no tiene que ser tan burro ni agresivo en
la escuela. Que debe seguir el ejemplo de los hijos biológicos del matrimonio.
Todo esto es expuesto y comentado en las reuniones familiares, a fin de que se
opine y que el niño reciba la censura merecida desde otras voces y otros
roles.
Es importante que desde el discurso del adulto emerja la unicidad de
criterio.
A veces (sólo a veces) recibe la contundencia del golpe para
reafirmar lo aprendido. Pero generalmente el método de enseñanza es más
benévolo, y sólo lo obliga a permanecer encerrado durante fines de semana
completos escribiendo 100, 1000, 5000 veces “no debo pelear ni agredir a mi
hermano menor” “debo dejar de mentir compulsivamente” etc. etc. Lo bueno es que
a medida que pasa el tiempo, el número de frases va ascendiendo y las oraciones
pasan de ser simples a subordinadas con mayor grado de complejidad. Eso habla de
sus avances en lo que respecta a escolarización. No es tan malo después de todo.
Ya no hay en sus textos borrones ni faltas de ortografía. Lo ha aprendido
después de tener que reescribir numerosas páginas de su Tratado de Buena
Conducta.
Para él se diseñan actividades domésticas, de las cuales mi
hermano biológico y yo estamos eximidos. Pero esto tiene un objetivo preciso,
didáctico y apunta a minar sus males congénitos: probablemente la vagancia y el
facilismo.
Así es como vive angustiado, enojado, con un odio indisimulado
hacia su hermano menor y con una creciente ingratitud hacia estos padres que lo
han elegido como hijo, que han hecho esta obra de bien impagable,
proporcionándole techo, comida, educación y contención familiar.
Está
agobiado, triste. Se siente abandonado. Siente sobre sí el peso de la injusticia
(carga difícil de digerir para cualquiera, pero especialmente intolerable si se
trata de un niñx).
Un buen día decide saltar al vacío. Pero antes toma el
recaudo de evitar el golpe de la caída, amarrándose una soga al cuello. Acaba de
cumplir veintidós años. Afuera hace un día hermoso: el primer día de la
primavera de 1997.
Marian P

2 comentarios:

Marian Pe dijo...

Oración

creo en el derecho a nacer
y en el derecho a no nacer también
creí en vos
Padre Estado
y me estallaste la infancia
en mil pedazos
por tu culpa por tu culpa
por tu putísima culpa

por cada minuto lloroso inmóvil
[cómo poder regresar
al lugar donde nunca
se estuvo]
socavada
por las pastillas
por su vida derramada

por las horcas de los niños
que no tienen el derecho
a no nacer
por la carne de las niñas
pudriéndose a la sombra de tu [Derecho]
por los indeseados que mueren
de no saber
cómo mierda estar vivos
más acá de la ignorancia
más acá de la indigencia

creo
en la frigidez de tu ley
creo
que me las vas a pagar

Padre
Estado

punk luddita dijo...

ese va para el # 3 o para el #4 también!

geacias Marian, por todo...