jueves, 15 de diciembre de 2011

así es como funciona...



Vivir de tachos de basura
Ch. Bukowski

El viento sopla fuerte esta noche
Y es viento frío
Y pienso en los chicos
De la calle.
Espero que algunos tengan
Una botella de tinto.
Cuando estás en la calle
Es cuando te das cuenta de que
Todo Tiene dueño
Y de que hay cerrojos en Todo.
Así es como funciona la democracia:
Agarras lo que podes,
Intentas conservarlo
Y añadir algo
Si es posible.
Así es también como funciona
La dictadura
Sólo que una esclaviza
Y la otra destruye a sus Desheredados.
Nosotros simplemente nos olvidamos
De los nuestros.
En cualquier caso
Es un viento
Fuerte Y frío.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Punk will never diet: Beth Ditto y la reevaluación (queer) de lo gordo









Hace un tiempito escribí unas líneas para el fanzine Fuego (pronto en las calles!) muy inspirada por este texto. Yo lo había leído con mi inglés rudimentario pero no podía traducirlo. Morganita se ofreció muy generosamente a hacerlo y acá está el cuidadoso trabajo que ella hizo. Para que las experiencias y los saberes no queden atados a los libritos y dictum de lxs autopretendidxs maestrxs y expertxs es necesario intervenir y hacer circular lo que llega a nuestras manos y nos conmueve. Gracias a Morganita por su generoso compartir.

Punk will never diet:
Beth Ditto y la reevaluación (queer) de lo gordo
Por Curran Nault
Originalmente publicada en la edición Vol. 4 no. 2 (Spring/Summer 2009)
http://www.neoamericanist.org/paper/punk-will-never-diet
traducción gentileza de Morganita

En los últimos años, ha habido un notable incremento de visibilidad lésbica en la cultura popular. Del éxito del talk show de la comediante devenida estrella de televisión, Ellen DeGeneres a la actriz Lindsay Lohan anunciando su relación y ruptura con la disc-jockey Samantha Jonson, pasando por la celebrada serie dramática de Showtime, The L Word y el single-hit de Katy Perry, “I Kissed A Girl”, el lesbianismo parece encontrarse en todos lados por estos días. En vista de esta situación, cuando la revista de música independiente NME nombró a Beth Ditto, cantante líder de The Gossip, la “persona más cool del rock” en 2006[1], fue posible pensar esto como otro ejemplo más de lo que la prensa ha dado a llamar “el nuevo chic lésbico”[2]. Así y todo, hay algo que separa a Ditto de otras lesbianas, reales o ficcionales, que ha salido recientemente a la luz. Midiendo un poco más de 1.50 y pesando aproximadamente 95 kilos, la contextura grande de Ditto no concuerda con los esbeltos y delgados cuerpos que han dominado la representación lésbica contemporánea. Auto-identificada como “tortillera gorda”[3], la proclama de Ditto no tiene precedentes y, por razones explicadas en este artículo, es beneficioso tanto para el proyecto de activistas gord*s de promover la visibilidad gorda y el proyecto queer[4] de reivindicar y revalorar cuerpos estigmatizados.

Como este ensayo demuestra, a través de sus canciones, performances, videos, comentarios públicos y apariciones en portadas de revistas, Ditto ha desafiado las conceptualizaciones dominantes de belleza, género y sexualidad y, en el proceso, ha construido una alternativa hacia los estándares convencionales de atractivo. Más específicamente, a través de una variedad de estrategias recuperativas, Dite ha personificado una crítica de las iteraciones normativas del cuerpo y ha rescatado a la gordura de su representación como algo repulsivo e inútil. Ella ha hecho esto, en primer lugar, al abrazar su cuerpo en su forma actual, además de ofrecer un ejemplo de lo que yo denomino “corpulencia empoderada”. Corpulencia empoderada se trata sobre estar orgullosx del cuerpo gordo en su estado existente y negarse a cambiar, encogerse o desaparecer. En segundo lugar, Ditto ha sido una referente central en la lucha por reivindicar “gordx” como un término de positiva auto-identificación, tomando su poder de la injuria. Tercero y último, atribuyéndose en primer plano varias identidades como gorda lesbiana femme (fat lesbian femme), Ditto ha atraído atención hacia las similitudes entre estas identidades, incluyendo el hecho de que todas estas pueden ser cuestionadas a través de actos performativos que rompen con su fijeza y las refundan como lugares de fortaleza, complejidad y renovación. En el resto del ensayo, voy a explorar cada uno de estos puntos con mayor detalle, finalizando con un análisis del ahora famoso desnudo de Ditto en la portada de la revista NME que compendiara varios de mis principales argumentos. Antes de volcarnos en mi propuesta, comenzaré con un breve bosquejo de la vida y carrera de Ditto.

I. Beth Ditto, The Gossip y el queercore

Beth Ditto es la cantante líder de The Gossip, una banda de rock de Portland, Oregon, compuesta por ella, el guitarrista Brace Paine y la baterista (también lesbiana) Hannah Blilie. Los cuatro álbumes larga duración de la banda - That’s Not What I Heard (2001), Movement(2003), Standing in the Way of Control (2006) y el proximamente a salir Music for Men (2009) – combinan el rítmico tempo del dance con la energía cruda y confrontacional del punk. Como una banda “abiertamente” gay, The Gossip es considerada descendiente del queercore, un movimiento subcultural que comenzó a mediados de los 80s como una variación queer de la línea punk principal, y que confluye con el riot grrrl, un tipo de punk feminista underground con el cual The Gossip también ha sido vinculado. El queercore es movilizado por un ethos do-it-yourself (DIY, hacelo vos mismo) que ha producido música con temática queer (Tribe 8, Sister George, Huggy Bear, Pansy Division, Limp Wrist, Gravy Train !!!!, etc.) zines (JDs, Homocore, Holy Titclamps, Outpunk, etc.), y films (las películas de Bruce La Bruce, G.B. Jones y Sadie Benning, por nombrar a unxs pocxs).

Como movimiento musical, el queercore se enuncia visceralmente independiente y anti-normativo. La música subraya agresivamente la identidad queer (por ejemplo, la canción de Mukilteo Fairies “Queer Enough for You?”) y aborda tópicos controvertidos tales como la insurrección chica-chico (por ejemplo, “Her Jazz” de Huggy Bear) o la perversidad polimorfa (“Double Decker Supreme” de Gravy Train). El queercore también aspira a combatir las miradas de mente-cerrada a través de una producción artística activa, innovativa, autogestiva y no-comercial. Esta misión entabla una relación antagónica con aquellxs artistas consideradxs por esta subcultura como valuartes mainstream de la cultura hetero y gay. Así como lo explican Michael du Plessis y Kathleen Chapman, “para el establecimiento de un adentro y un afuera, un ‘nosotros’ contra ‘ellxs’ es esencial para el término quercore”[5]. En este sentido, el queercore no solamente se distancia de las ideologías y prácticas burguesas (como lo hace la línea punk principal), sino también de las tendencias masculinistas y homófobas del movimiento punk en general y el giro asimilacionista de la comunidad mainstream gay y lésbica. En otras palabras, el queercore se posiciona en oposición no sólo hacia los valores heterosexuales dominantes generalizados tanto en el punk como en la sociedad, sino también a la llamada opresiva agenda de la comunidad mainstream gay y lésbica que, a los ojos de lxs entusiastas queercore, se ha vuelto en los último años cada vez más y más excluyente (tributaria de los valores de la clase media blanca) y comercializada (cooptada por las corporaciones que ven a las personas gays y lesbianas como distintos “mercados” a ser explotadxs).

The Gossip es considerada una banda queercore, primero y principal, porque Ditto es directa y no tiene resquemores sobre su sexualidad tanto en su música como en la vida pública. Segundo, así como la comunidad queer en general, Ditto no sólo ha expresado su discrepancia con la mentalidad cerrada de la sociedad hetero a través de canciones anti-homofóbicas como “Standing in the Way of Control” pero también hacia la de la comunidad mainstream gay y lésbica. Por ejemplo, ella recientemente acusó a los hombres gays dentro de la industria de la moda por poner bajo presión a las mujeres para ser delgadas, afirmando que “si hay alguien a quien culpar por la talla cero, no son las mujeres. Culpen a los hombres gays que trabajan en la industria de la moda que quieren estas mujeres como muñecas[6]”. Tercero, la banda está asociada con Kill Rock Stars, un sello discográfico independiente comprometido con música feminista y queer anti-stablishment. Kill Rock Stars ha lanzado todos los álbumes de The Gossip hasta la fecha, excepto por el cuarto por salir Music for Men (un punto al que retornaré al final de este ensayo). Por último, el lesbianismo de Ditto, que la ha enfrentado con la escena punk machista, y su gordura, que la ha enfrentado con una comunidad mainstream gay y lésbica que es tan sólo una imagen de la sociedad en general, la ha convertido en la última figura de identificación para audiencias queercore atraídas a su claramente identificable estatus de “extraña”. Es así como The Gossip ha generado un seguimiento incondicional entre fanáticxs queercore. De hecho, Ditto es unx de lxs performers principales en Queercore, un documental sobre el movimiento realizado por Queer Youth TV en el 2007, que también presenta a Martin Sorrondeguy de Limp Wrist y Hunx de Gravy Train, entre otrxs.

De todas maneras, la base de fans de The Gossip se extiende más allá de la subcultura queercore. La banda ha obtenido un módico éxito maintream, particularmente en el Reino Unido, donde la expresión musical creativa no es más una barrera para el estrellato como sí lo es en Estados Unidos, y donde su último álbum alcanzó el puesto 22 en los charts. Más aún, Ditto ha sido una fuente de fascinación y especulación entre lxs fans de la música independiente y los medios de comunicación de todo tipo. Su poderosa voz ha sido comparada con todo el mundo, desde las leyendas de rhytm & blues Tina Turner y Aretha Franklin al ícono punk Poly Styrene de la banda X-Ray Spex (una cantante que Ditto misma cita como una fuente de inspiración), y las performances ignífugas de Ditto son reconocidas dentro de los círculos de rock independientes.

Ditto acredita su potente estilo lleno de sentimiento a su educación pentecostal sureño-baptista, un componente clave en su historia[7]. Como una de las siete hermanxs criadxs en el modelo bíblico, la infancia de Ditto fue todo menos fácil. En su gran familia, había poco dinero para irse, y en su ciudad natal de Searcy, Arkansas, había poca tolerancia hacia la homosexualidad. Para empeorar las cosas, ella tuvo que lidiar con un tío religioso que “hizo horrible su niñez” (una experiencia que ella rememora en la canción “Holy Water”) y que vivía en una vieja granja, donde la violencia y el sexismo de todos los días no correspondían con sus incipientes creencias pacifistas y feministas[8]. Aún así, Ditto acredita a su infancia por enseñarle a ser independiente y a crear cosas por ella misma, incluyendo ropa, poniéndola en el camino a ser una artista DIY[9]. Además, a pesar de que ella ha sido crítica con su lugar natal en canciones como “Arkansas Heat” (“(…) dile al predicador en caso que pregunte/que nosotrxs nunca más vamos a regresar[10]”), en ocasiones ella también ha abrazado sus raíces sureñas (“(…) cariño, no hay mujer como una chica sureña[11]”). En adición, Ditto ha sido conocida por tejer coloridas historias sobre su pequeño pueblo, la crianza de la clase trabajadora, como la siguiente anécdota sobre comer ardillas en el periódico The Independent:

Recuerdo esta vez, tenía 13 años y había estado fumando porro con mi primo por primera vez. Él tenía tanto bajón que agarró su escopeta de aire comprimido y empezó a dispararles [a las ardillas] tras la ventana, y él las despellejó y las puso a freir, y las comimos como si fuese pollo. Jugamos con las colas después[12].

En “Life in the Fat Lane”, Laura Kipnis señala que, sin importar el hecho de que lxs pobres son lxs menos posibilitadxs de sobre-consumir, en el imaginario popular, la pobreza y la gordura se vinculan férreamente bajo la forma de estereotípicas imágenes de madres viviendo de la asistencia social recibiendo más que su salario, y familias de clase trabajadora atragantándose con comida rápida. Es así como “la fobia de lo gordo y la fobia delx pobre” se encuentran fuertemente intersectadas y “el miedo de un cuerpo fuera de control no está desvinculado del miedo de masas [trabajadoras] fuera de control[13]”. La historia de Ditto de inapropiada consumisión de clase trabajadora citada arriba, aún cuando incorpora la sugestión de comer-de-más (teniendo “el bajón”), es capaz de evocar no sólo los horrores de la clase trabajadora, sino de la gordura también. En otras palabras, la procedencia de clase trabajadora de Ditto y las identidades gordas no pueden ser separadas sin una cultura que no vea a ambas como implicadas mutuamente. Lo que es más, la manera en la que Ditto narra sin rodeos esta historia de consumo “redneck”, incluyendo su provocativa referencia a jugar con colas de ardilla, es similar a la manera en la que ella ha iluminado descaradamente su gordura y prácticas gastronómicas en su música, performances, vídeos y entrevistas. Es la determinación de Ditto de poner su cuerpo en primer lugar dentro de su trabajo a lo que me voy a referir a continuación.

II. Corpulencia empoderada
Ditto decididamente muestra empoderamiento, eso que desarrollaré en mayor detalle más abajo, ha sido posible por tres décadas de activismo gordx. Esto es, desde los años 70s, activistas gordxs han intentado hacer visibles a los cuerpos gordos y darles la bienvenida dentro de la esfera pública: sacar a la gordura de las sombras y hacerla ingresar al terreno de la respetabilidad social. De todos modos, por el mismo período, ha tenido lugar un movimiento nacional, propulsado interesadamente por las industrias multi-billonarias de dieta y salud, para deshacerse del mundo de la gordura y y, por extensión, de la gente gorda. En la cultura popular contemporánea, así como es evidenciado por incontables artículos de revistas y episodios de talk shows dedicados al “problema de la obesidad”, la gordura se ha vuelto una aflicción social merecedora de profundo rechazo. Dentro de este clima cultural, a la gente gorda se le propone elegir: deshacete de tu cuerpo excesivo o viví una vida de vergüenza, infelicidad y segura muerte prematura.
En otras palabras, hay un pequeño cuarto para la gordura en el dominio cultural de hoy. Le’A Kent ha planteado que, dentro de la representación dominante, el cuerpo gordo funciona como lo abyectos: aquello que debe ser expulsado a fines de liberar al buen (esto es, delgado) cuerpo. De esta manera, al cuerpo gordo raramente se le permite estar empoderado y presente, así como es continuamente representado como algo falso (el cuerpo en el proceso de volverse delgado) o pasado (el cuerpo que ha sido dejado atrás)[14]. El contenido discursivo del cuerpo gordo es observable en las imágenes del antes y después de las publicidades de pérdida de peso:
En este escenario, el yo, la persona, es presumiblemente delgado, y cruelmente encerrado en un cuerpo gordo. El yo nunca es gordo. Para graficarlo claramente, no hay cosa así como una personagorda. El escenario antes-y-después confina al cuerpo gordo a un eterno pasado y hace proliferar el horror total de la corporización, figurándola como eso que debemos hacer a un lado para que el verdadero yo pueda emerger[15].
Este “hacer a un lado” del cuerpo gordo también puede atestiguarse en programas de pérdida de peso como The Biggest Loser (El Gran Perdedor), en los cuales cuerpos gordos son vueltos flacos en el transcurso del show. En estos programas, el cuerpo gordo es impugnado sólo para retornar en la forma de imágenes flashback que meramente sirven para recordarle alx espectadox aquello que ha sido borrado[16].
Como Kent sostiene, esto tiene un efecto en la forma en la que la gente gorda vive su vida: conectadxs a cuerpos considerados sin ningún valor en el presente[17]. Así, no toda la gente gorda ha sucumbido a esta auto-imagen negativa o consienten a la demanda de cuerpos rechazados. En oposición a la visión de lo gordo como algo a ser exterminado, grupos de liberación gordx como la National Association to Advance Fat Acceptance (Asociación Nacional para Promover la Aceptación Gordx) y la (ahora inexistente) Fat Underground han demandado la afirmación de los cuerpos gordos, no como entidades en el proceso de volverse delgadas y, así, valuables, sino como poderosos y deseables en el tiempo presente.
Como se ha dicho, estos sucesos allanaron el camino para Ditto, quien ha tomado la afirmación de lo gordo del ámbito de la política formal al ámbito de la cultura popular. Ditto ha sido un modelo de aquello que denomino “corpulencia empoderada”, que implica un rechazo de la abyección gordx y una aceptación del cuerpo en su estado existente. En entrevistas, Ditto ha expresado satisfacción con su cuerpo, afirmando con confianza que ella se acepta a sí misma de la manera que es, y “no trata de cambiar”[18]. Ella también ha renunciado a la presión de modificar su cuerpo a través de la dieta, llevándolo tan lejos como vestir una remera con “Punk Hill Never Diet” (“el punk nunca hará dieta”) garabateado en marcador negro permanente para una sesión de fotos de la revista Diva. Estas acciones la han hecho una heroína para muchxs dentr del movimiento de liberación gordx, así como la aceptación de Ditto de su cuerpo aquí-y-ahora ha producido una ruptura en un régimen representacional que continuamente ha retratado a mujeres gordas como extremadamente infelices o felices en su camino por volverse delgadas. Para usar palabras de Kent, por rechazar el proceso de abyección, Ditto ha encontrado “una forma de representar el yo que no es neutral con respecto al cuerpo o descorporizada (y, por ende, presuntamente delgada), sino íntimamente conectada con el cuerpo en una nueva visión de empoderamiento que ya no desdeña la carne[19]”.
III. Reivindicación gordx

En adición al rechazo de la abyección gordx y regodeándose en su cuerpo en presente, Ditto ha desafiado las construcciones discursivas de lo gordo como feo, desagradable, obsceno, gracioso, poco limpio y otras negativas apelaciones por el estilo. De nuevo, esta acción tiene raíces en el activismo gordx. Desde hace tiempo, los grupos de apoyo gordx han contrarrestado las concepciones hegemónicas de lo gordo insistiendo en la visibilidad gordx y, de esta manera, forzando “el espectáculo de lo gordo como gordo, más que como un despliegue de connotaciones [negativas]”[20]. En otras palabras, contra el tabú del silencio, lxs activistas gordxs han reclamado el derecho de hablar de sus experiencias, y en términos no extrapolados del lenguaje de la gordofobia. El uso de la palabra “gordx” dentro de un marco emancipatorio ha sido crucial para este proyecto de reinscripción connotativa. Sari Dworkin sostiene que “parte del orgullo gordx es reclamar la palabra ‘gordx’ de la misma manera que las lesbianas han reclamado la palabra ‘tortillera’[21]. Este acto de recuperación no sólo implica abrazar un término alguna vez peyorativo, sino también imbuirlo de nuevos significados. Como Kate Harding plantea:

Las mujeres delgadas no les dicen a sus amigxs gordxs “vos no sos gordx” porque ellas están confundidas con la definición de la palabra según el diccionario, o sus ojos no funcionan, o fueron criadas en planetas donde la talla 24 es la talla promedio para las mujeres. Ellas no lo dicen porque es la verdad. Ellas lo dicen porque gordx no significa gordx en esta cultura. Puede significar además cualquiera o todas las siguientes: fex, no saludable, olorosx, haraganx, ignorante, indisciplinadx, antipáticx, agobiante, vergonzosx, poco elegante, mezquinx, irritadx, socialmente inepto, sencillamente repelente. Entonces, cuando ellas dicen “vos no sos gordx” lo que verdaderamente están diciendo es “vos no sos una docena de cosas horribles asociadas con la palabra ‘gordx’[22]

De este modo, Harding hace una decisión deliberada en usar la palabra ‘gordx’ para describirse a sí misma – antes que usar eufemismos tales como “de talla-grande”, “de huesos grandes” o “voluptuosa”, que eclipsan al cuerpo gordo bajo una cortina de amabilidad. Como un curso de acción, esto da nueva vida al término y proyecta una diferente realidad social en la cual “gordo” no es más una mala palabra. Como Harding afirma “yo soy buena, inteligente, atractiva, persona, y soy gorda. No hay ninguna paradoja acá[23]”.
En gran medida, Ditto ha participado también en esta estrategia de resignificación connotativa usando constantemente la palabra “gorda” como un término de auto-identificación positiva en el escenario y en entrevistas. Haciendo eso, Ditto ha obstaculizado el poder de “lx gordx” para avergonzar y ha alterado su uso convencional como término de insulto. Más aún, usando “gorda” para referirse a sí misma, como artista conocida por su considerable talento, Ditto ha favorecido el proyecto de atribuirle sentidos positivos a la palabra. Estos podrían parecer actos lingüísticos insignificantes, pero como Kathleen LeBesco nos recuerda “sujetxs construídxs por el lenguaje”, y, por lo tanto, la gente gorda “puede comenzarcreando y regulando una nueva realidad social a través del uso de las palabras”[24]. Desde esta perspectiva, el rescate inventivo del término “gordx” es un esencial y estratégico componente dentro del recuperativo cuerpo de trabajo de Ditto.

IV. Queer y gordx/ queerizando lo gordo

Como una lesbiana gorda produciendo objetos culturales que juegan en estas dos identidades, Ditto y su creativa realización proveen una interesante oportunidad para pensar algunas de las maneras en las que lo queer y lo gordo se intersectan, así como la forma en la que la práctica queer de la subversión a través de la performatividad podría ser útil aplicada a la reconstrucción de lo gordo. Para empezar, hay muchos puntos en común que pueden señalarse entre lo gordo y lo queer. En primer lugar, muchos de los primeros grupos de liberación gordxs, tales como the Fat Underground, no solamente compartían miembros con los primeros grupos de liberación queer, tales como Queer Nation y las Lesbian Avengers, sino que compartían una afición por convertir los asuntos polítcos en espectáculos: tanto los grupos de liberación gordxs y queer han hecho estratégicamente registro de sus prácticas (sexuales y gastronómicas) vilipendiadas en actos públicos de resistencia[25]. Además, como LeBesco observa, salir a la luz (coming out) es un proceso central tanto para la existencia queer como para la existencia gordx[26]. Para las lesbianas y los hombres gays, salir a la luz (coming out) significa hacer visible una identidad invisible, mientras que para la gente gordx salir a la luz (coming out) implica abandonar la negación, rechazar ser interpelado por comentarios no ingenuos de “no sos gordx” por parte de amigxs y familiares, y hacer un reconocimiento orgulloso del cuerpo en su actualidad – en otras palabras, comprometerse con la corpulencia empoderada como se ha punteado anteriormente.

Existen tres categorías de individuxs gordxs “visibles” (“out”) de acuerdo a LeBesco: los “out and about” (N. de la T: aquellxs que son visibles y lo celebran) (es decir, aquellxs que “públicamente reconocen su propia gordura y la abrazan”); lxs del “tipo silencioso” (“silent types”) (es decir, aquellxs que “típicamente fallan en reconocer su tamaño o las políticas de lo gordo”); y “lxs traidorxs” (“traitors”) (aquellxs que “con drásticos esfuerzos de dieta o experiencia con cirugías de pérdidas de pesos confrontan una visión devastadoramente negativa de la gordura”)[27]. LeBesco identifica a la alguna vez anfitriona de talk show y comediante lesbiana Rosie O´Donne como un ejemplo de figura “out and about”. En su vida pública, O´Donell ha exhibido poco interés en, y por momentos, categórico desprecio por dietas de moda y ejercicio, y continuamente ha afirmado su derecho a ser como ella es, tanto lesbiana como persona gorda. Más aún, O´Donell ha sido abiertamente crítica con “lxs traidorxs” gordxs, como la co-anfitriona de The View, Star Jones, que en 2006 perdió una notable cantidad de peso, que ella falsamente ha atribuido a la dieta y al ejercicio, más que a la cirugía de bypass gástrico que, de hecho, ella atravesó[28].

O´Donell, quizás la primera lesbiana gorda “visible” dentro de la cultura popular, es una importante precursora para Ditto. Ambas son figuras “out and about” y ambas han sido abiertas sobre sus identidades y directas con sus opiniones[29]. Asimismo, estas dos mujeres comparten una pasión por las políticas progresistas. Es decir, como O´Donell, Ditto no es sólo un exponente del empoderamiento gordx, sino también una feminista y defensora de los derechos LGBTQI[30]. Las políticas progresistas de Ditto son quizás más evidentes en la letra de “Standing in the Way of Control”, la canción de The Gossip más comercialmente exitosa hasta la fecha. “Standing in the Way of Control” es una respuesta virulenta aunque bailable al posicionamiento anti-matrimonio gay del anterior presidente George W. Bush. Como Ditto dice, la canción es sobre:

Hombres gays y lesbianas esperando décadas para mostrar su compromise lxs unxs con otrxs y teniendo sus matrimonios anulados. Nadie en los EEUU estuvo sorprendidx o shockeadx por lo que Bush hizo, pero hizo sentir a todxs lxs que conozco desamparadxs y engañadxs. Escribí el estribillo para alentar a la gente a no rendirse y dejar que un solo hombre tome el control de nuestras vidas. Son tiempos espantosos para los derechos civiles, pero realmente pienso que la única forma de sobrevivir es permanecer unidxs y seguir luchando[31].

Diciendo esto, Ditto imagina esta pelea por el matrimonio igualitario como interponerse en el camino del control (“standing in the way of control”). En un nivel figurativo, el “interponerse” (“standing”) del título de la canción y el estribillo reiterado es un llamado a las armas, una inspiradora evocación de poder queer. Pero, en un nivel más literal, el uso de Ditto del “interponerse” sugiere que el cuerpo (plantado) es, en sí mismo, crucial para los actos de la resistencia queer. Esta última lectura es especialmente pertinente considerando la forma en la que Ditto ha esgrimido su cuerpo como un arma de poder y protesta a través de sus performances.
Esta es otra manera en la que lo queer y lo gordo colisionan en la obra de Ditto: a través de su arte, tanto la identidad de género como la identidad gorda de Ditto se han vuelto objeto de reinscripción preformativa o lo que podría llamarse revisión a través de “la performatividad queer”. Para explicar la performatividad queer, es necesario volver al libro Gender Trouble (N. de la T: aquí se editó como El Género en Disputa) de Judith Butler. En este texto clave de teoría queer, Butler plantea que, más que ser algo innato o natural, el género es un acto que la sociedad patriarcal nos confina a performar. Esto es, de acuerdo a Butler, somos coercidxs a performar el género a través de un abanico de “actos, gestos y deseos” y estos “actos y gestos, deseos articulados y representados crean la ilusión de un núcleo genérico interior y estructurante”[32]. En otras palabras, a través de actos reiterativos, las categorías de género y, a su vez, de sexo son naturalizadas de manera que parecen ser estables y fundacionales, cuando son “en verdad, los efectos de instituciones, prácticas [y] discursos”[33].

De todos modos, Butler también sugiere que estas categorías pueden ser desestabilizadas a través de performances estilizadas que exponen al sexo y al género como “ficciones reguladoras” que sostienen “regímenes de opresión masculina y heterosexista[34]”. Por ejemplo, Butler señala al drag como una práctica que, a través de una performance exagerada, llama a atender el hecho de que el género es una construcción no-natural que requiere un gran trabajo sostener[35]. En adición, las performances drag permiten a su audiecia pensar de manera diferente sobre el género, así como desplazan concepciones establecidas de varón/mujer y masculino/femenino, provocando productivas incertidumbres sobre su estatuto de natural y normal.

Como LeBesco observa, las ideas de Butler son útiles para pensar las formas en las que la gordura, como el género, es una identidad fabricada y una que también puede ser alterada y cuestionada por vía de actos performativos que nos permiten [re]concebir a la gordura nuevamente. Ella nota que, como la identidad de género, la identidad gorda “se abre a separaciones, auto-parodia, auto-crítica e hiperbólicas exhibiciones de ‘lo natural”[36]. Más aún, a través de performances lúdicas, la gordura puede ser “reposicionada en el imaginario cultural”[37]. Ditto provee un ejemplo del “reposicionamiento de lo gordo” mediante la performance, y una que es particularmente relevante a los argumentos de Butler, así como el trabajo de Ditto no sólo reescribe el cuerpo gordo, sino también el cuerpo generizado. Por decirlo de otro modo, en sus presentaciones escénicas y en sus videos musicales, Dite performa sus identidades de formas que amenazan en desatar los significados normalmente adscriptos a ellas. Por ejemplo, en oposición a las representaciones dominantes previamente desarrolladas de los cuerpos gordos como falsos (el cuerpo en proceso de volverse delgado) y pasado (el cuerpo que ha sido dejado atrás), las performances de Ditto ponen en primer plano a su cuerpo como exquisito y, aún confrontativamente, presente. En sus enérgicas performances escénicas, Ditto se pavonea y baila con seguridad a lo largo del escenario, tomando espacio desafiantemente y retando las concepciones prevalescentes de los cuerpos gordos como sedentarios y débils. Cuando ella no está vistiendo ajustados trajes que dirigen la atención a lo ancho de su presencia y, especialmente, a sus notables pechos (N. de la T.: quedaría mejor poner directamente “altas tetas”, no? :P) y nalgas (N. de la T.: ¿?), Ditto está quitándose su ropa interior, exponiendo su axila o entrepierna peluda y, aparte de eso, transgrediendo las fronteras del “comportamiento femenino aceptable” ofreciendo deliberadamente su carne suave (N. de la T.: ¿?) y estómago blando a la mirada admiradora de su audiencia[38]. Este despliegue corporal vuela en la cara de las nociones convencionales que establecen cómo las mujeres deben supuestamente habitar sus cuerpos:

Los estándares americanos requieren que el cuerpo femenino ideal sea pequeño. Desde temprana edad, a una mujer debe enseñársele a contenerse a sí misma, guardando brazos y cerrando las piernas a su cuerpo y ocupando el menor espacio como sea posible. Este modelo de feminidad sugiere que las mujeres reales son delgadas, casi invisibles.[39]

En contrapartida a esta “mujer invisible” de la feminidad ideal, Ditto se deleita en hacer de sí misma un espectáculo, y en el proceso problematiza los límites de la apropiada conducta femenina y trasciende las limitaciones impuestas del cuerpo gordo.

Este mismo tipo de reinscripción preformativa puede ser observada en el video musical de The Gossip, “Listen Up!”[40]. Al comienzo de este video, Ditto se sienta en un sillón adoptando una postura estereotípicamente femenina, tejiendo a crochet. Esta imagen de domesticidad tranquila le otorga a Ditto un aire maternal, pero uno que, a la larga, no dura demasiado. Esto es, a la mitad del video, Ditto clava su aguja de crochet y empuña un pollo frito, y ella procede a tejer una bufanda de manera muy poco decorosa[41]. Este tema del consumo voraz continúa en las tomas subsiguientes, que incluyen imágenes de Ditto columpiándose de atrás para adelante en un pasillo, sosteniendo una caja de pizza para llevar y, después, bailando apasionadamente con/comiendo una porción de pizza que usa también para abanicarse entre mordiscos.

De esta manera, más que ocultar sus ilícitas prácticas de comida, Ditto las emplaza en un plano principal, enfrentando la noción de que, un gran apetito, especialmente por parte de las mujeres, es algo desagradable. Ditto pone de relieve sus excesivas y poco femeninas prácticas de consumo, combinándolas cn imágenes de esteoreotípica feminidad, forjando una amalgama sensual de placer corporal y culinario que prohíbe cualquier lectura simple o estanca de Ditto y su empoderamiento. De nuevo, esto tiene el efecto de permitirnos entender la gordura y la feminidad de forma diferente. Performando consistentemente el rol de una mujer gorda no estereotípica, una con complejidad y subjetividad diversamente encarnada, Ditto problematiza nuestras miradas ortodoxas sobre lo gordo.

V. La portada de NME

Todo lo que se ha planteado en torno a la corpulencia empoderada y la resignificación de lo gordo y el género a través de la performatividad es observable en la ahora tristemente célebre portada de la revista NME del 2 de junio del 2007 que presenta una imagen de cuerpo entero de Ditto desnuda, con los pechos cubiertos. Identificada como “la reina del cool”, Ditto se encuentra con su lado derecho enfrentando al espectador, su mano izquierda sosteniendo su pecho derecho y su brazo derecho posicionado seductoramente en su nalga derecha. Los pliegues en la carne de Ditto son claramente visibles, así como su estómago protuberante, las redondeces de sus nalgas y el pelo en su axila no afeitada[42]. En su muslo derecho hay un par de labios rojos brillantes pintados que combinan con la pintura de labios y de uñas que ella tiene (Ditto se identifica como femme y estos adornos cosméticos la marcan como tal). El texto que acompaña con tipografía en negrita estilo “carta de rescate” exclama “¡Besame el culo!” (“Kiss My Ass!”) que puede ser leído tanto como una declaración confrontacional como una invitación sexual, hecho que es reforzado por la expresión facial de Ditto, que parece tan atrayente como vagamente amenazadora.

En esta imagen, Ditto es un ejemplo de corpulencia empoderada: sin vergüenza, en contacto con su cuerpo sin mención de dieta o del “problema de la obesidad” en la mira. Lo que es más, ubicada en la página principal de la revista, Ditto ocupa un espacio que es reservado comúnmente para modelos, estrellas de rock y celebridades delgadas y perfectamente retocadas. De esta manera, Ditto es todo menos la típica chica de portada y, como tal, la portada dela NME deconstruye subversivamente las tradiciones dominantes de la representación generizada. Utiliza la imagen del gran y hermoso cuerpo de Ditto para modificar las normas del estilo de “atractivo para revistas” y sitúa al cuerpo gordo como nuevo objeto de deseo. O, más bien, tanto objeto de deseo y agente de deseo, la agencia sexual de Ditto es demostrada a través de su seductora mirada al espectador y la insinuación sexual de la frase, “Kiss My Ass!”. Esta construcción de Ditto como sujeta deseante es significante dado que la gordura es comúnmente vista como “una forma de protección física contra demandas sexuales”, una perspectiva que sugiere que todas las mujeres gordas escapan de la sexualidad[43]. En esta portada, Ditto hace todo menos escapar de su sexualidad.

La reacción hacia la portada de NME ha sido variada. Por ejemplo, la respuesta on-line incluyó comentarios desdeñosos como “eso es ajjj. Ella debería cubrirse por completo. Ser gordx no está bien” y “espero que esto sea algún tipo de broma enferma. En verdad, a quién le importa un carajo si ella está orgullosa de su cuerpo; hagannos un favor y mantenganlo escondido”[44]. Estos comentarios demuestran el tipo de intenso sexismo y gordofobia al que Ditto se opone valientemente. A su vez, dejan en claro que no todas las opiniones van a cambiar por el arte y activismo de Ditto. Dicho esto, la reacción no ha sido completamente negativa. De hecho, en el 2008, la portada de NME fue nominada por Magazineweek.net por el rubro de “Mejor Portada de Revista de Todos los Tiempos” y a comienzos del 2009, la novedosa revista Love decidió emular a NME presentando otra foto de Ditto desnuda en su página principal, incluyéndola en una lista de “íconos de nuestra generación”. Otras revistas la han seguido (Dazed, Urb, On Our Backs, Diva), sugiriendo que Ditto, a pesar de las críticas, está teniendo un efecto positivo en la representación mediática de lo gordo. Realmente, esta podría ser la primera vez en la historia que un cuerpo gordo queer ha sido tan altamente codiciado por la industria editorial.

VI. Conclusión

No es misterio que ser gordx en los Estados Unidos contemporáneos es difícil. En una nación obsesionada con la delgadez, lo gordo representa todo aquello que nuestra cultura desprecia y desea que se vaya. Esta dificultad es quizás aún más pronunciada en mujeres gordas, que son educadas desde temprana edad por un aluvión interminable de anuncios cosméticos y dietéticos, en que su valor es mensurable por su apariencia. Podría decirse que es todavía más difícil ser una lesbiana gorda que enfrenta a una sociedad hostil no solamente a su peso sino también a su sexualidad. A pesar de que estos conflictos han sido reducidos gracias a los esfuerzos de base de organizaciones como la National Association to Advance Fat Acceptance, el trabajo disruptivo de intelectuales como LeBesco, y el coraje de pionerxs “out and about” como O´Donnell, todavía requiere de individuxs especialmente fuertes y determinadxs pararse contra las estructuras de una sociead y afirmar la felicidad como una persona gorda, más aún como una lesbiana gorda. Aquí precisamente el porqué Beth Ditto, quien de varios modos descriptos más arriba, ha revalorado y reimaginado el cuerpo gordo lesbiano, es tan importante. Rechazando ser humillada o vencida por una sociedad gordofóbica y obsesionada con la imagen, Ditto provee esperanza para todxs aquellxs que se sienten demasiado gordxs, demasiado altxs, demasiado bajxs, demasiado desgarbadxs, demasiado afeminadxs, demasiado masculinxs, demasiado asustadxs, demasiado peludxs, demasiado peladxs, en de otras maneras, deficientes en la belleza.

Todavía queda por verse cuánto tiempo Ditto puede sostener su asalto a los ideales sociales de la belleza. Como he escrito en este ensayo de junio del 2009, el nuevo álbum de The Gossip, Music for Men, está listo para ser lanzado en las próximas semanas siguientes. Este puede ser el primer álbum de The Gossip en ser producido por un sello mayor, Columbia Records, lo que ha preocupado a algunxs de sus fans de primera hora que asumen que viraje hacia un sello mayor puede resultar en un álbum menos creativo y más influenciado por los gustos banales del mainstream. Como resultado, algunxs han comenzado a llamar “vendida” a Ditto, un sentimiento que ha sido simplemente exacerbado por notas recientes de Ditto codeándose con los gustos del diseñador de elite Kart Lagerfeld y la editora y jefa de la revista Vogue, Anna Wintour. El argumento parece ser que Ditto ya no es más una completa extraña y que, por lo tanto, ya no es más la fuerza contracultural que solía ser. Aún así, contra este ataque, considero que la notoriedad y fama crecientes de Ditto (y The Gossip) puede ser un motivo de celebración. Esto es, si Ditto se mantiene fiel a su filosofía de orgullo lésbico y lleva sus estrategias de corpulencia empoderada y performatividad gordx resignificadora al mainstream, ella tendrá la oportunidad de desafiar no sólo al sistema de belleza desde el margen, sino desde su propio núcleo.

Se produzca o no esta infiltración en los medios maintreams, es algo que queda por verse. Además, los resultados de dicha infiltración todavía son desconocidos. ¿Ditto será capaz de asegurar un espacio para el cuerpo gordo, lesbiano, dentro de la cultura dominante? Si ella lo consigue, ¿podrá cambiar las actitudes sociales hacia la gente gorda? ¿O serán los medios del mainstream aquello que cambie a Ditto? ¿Se retractará? ¿Dejará de ser una extraña y, por lo tanto, una figura de inspiración e identificacón para aquellxs que están en los márgenes? Estas preguntas claramente no pueden ser respondidas ahora, pero demuestran la necesidad de estudiar continuamente a Ditto y a otras figuras gordas dentro de la cultura popular. Aún, más allá de lo que el futuro le depare a Ditto, es claro que ella ha creado un espacio dentro de la escena de la música independiente en el cual el cuerpo gordo queer es valorado y bienvenido. Dado el repudio social por lo gordo y el intenso deseo de su ausencia, esto no es un logro menor.








NT: Traduje "embodied" como "empoderada", porque creo que es una palabra que tiene muchísima resonancia político-vivencial (y que es una palabra de muchísimo capital político para los activismos locales/regionales), más que "corporizada"/"encarnada" que me parece que recaen un poco en la clausura e hiper-fetichización de lo corporal actual.





[1] “The Cool List 2006: Winners Revealed,” NME, 26 de noviembre 2006, (31 de mayo del 2009).
[2] Por ejemplo, ver Sally Brampton, “Lesbian Chic,” Times Online, 20 de julio 2008, < http:// women.timesonline.co.uk/tol/life_and_style/women/fashion/article4343457.ece> (7 de junio del 2009).
[3] Ver Beth Ditto, entrevistada por Laura May Coope, “Hot Gossip – Beth Ditto on Fat, Fame and Feminism,” Diva, April 2007, (7 de junio del 2009).
[4] Aquí estoy usando “queer” en el sentido de “anti-normativo”. Este uso del término “queer” ha sido popularizado dentro de la teoría queer. Como explica Anna Tripa, “la teoría queer ofrece una comprensión de la sexualidad no como algo otorgado providencialmente, natural o innato, sino como una serie de clasificaciones, definiciones, moralizaciones y polémicas culturales e históricas específicas. La modernidad occidental produce una noción de lo “desviado” o “queer” con el fin de reforzar un sentido de “normalidad” heterosexual, una “rareza” (“queerness”) que lo hetero debe, por lo tanto, negar y que al mismo tiempo constituye su diferencia constitutiva. Una de las estrategias de la teoría queer más efectivas es trabajar las contradicciones y ansiedades inherentes a estas construcciones”. Ver Anna Tripp, “Introduction,” in Gender: Readers in Cultural Criticism, ed. Anna Tripp (New York: Palgrave, 2000), 15 (énfasis en el original).
[5] Michael du Plessis and Kathleen Chapman, “Queercore: The Distinct Identities of Subculture,”College Literature 24:1 (febrero de 1997): 47.
[6] “Beth Ditto Blames Gay Men for Women’s Poor Self Image,” The Insider, 30 de marzo 2007, < http:// allieiswired.blogspot.com/2007/05/beth-dito-blames-gay-men-for-womens.html> (8 de junio2009).
[7] Beth Ditto, entrevistada por Matt Gonzales, “Fat with an ‘F’: Talking to Beth Ditto of the Gossip,”PopMatters, 14 de marzo del 2006, (7 de junio2009).
[8] Beth Ditto, entrevistada por Chris Mugan, “The Gossip’s Beth Ditto Speaks Out,” The Independent, 29 de marzo 2007,
[9] Beth Ditto, entrevistada por Chris Mugan, “The Gossip’s Beth Ditto Speaks Out,” The Independent, 29 de marzo 2007,
[10] The Gossip, “Arkansas Heat,” Arkansas Heat (Kill Rock Stars, 2002).
[11] The Gossip, “Southern Comfort,” That’s Not What I Heard (Kill Rock Stars, 2000).
[12] Beth Ditto, “Meet Beth Ditto: The Coolest Woman on the Planet,” The Independent, 23 de noviembre2006,
[13] Laura Kipnis, Bound and Gagged: Pornography and the Politics of Fantasy in America (New York: Grove Press, 1996), 101.
[14] Le’A Kent, “Fighting Abjection: Representing Fat Women,” en Bodies Out of Bounds: Fatness and Transgression, ed. Jana Evans Braziel and Kathleen LeBesco (Berkeley: University of California Press, 2001), 136 (énfasis en el original).
[15] Kent, 135.
[16] En la actualidad hay un nuevo reality televisivo titulado “Dance Your Ass Off” (“Bailate el culo”) lanzado al aire en el canal Oxygen en el verano del 2009. El título de este programa es iluminador, así como de manera casi literal denota el tema del borrado corporal que se encuentra en el corazón de los reality shows de pérdida de peso. También cabe destacar que después de perder cantidades increibles de peso, a menudo lxs individuxs quedan con pliegues sueltos de piel que solo pueden ser removidos a través de cirugías designadas para remover todas las marcas del cuerpo gordo anterior. Gracias a la editora del NeoAmericanist, Karen Foster por llamarme la atención sobre este punto.
[17] Kent, 131.
[18] Beth Ditto, entrevistada por Louise Carolin, “Beth Ditto: Sexiest Woman of the Year,” Diva, 2008, (7 de junio 2009).
[19] Kent, 130-31.
[20] Kipnis, 121 (énfasis en el original).
[21] Sari Dworkin, “Not in Man’s Image: Lesbians and the Cultural Oppression of Body Image,” en Lesbianism: Affirming Non-Traditional Roles, ed. Ellen Cole and Esther D. Rothblum (New York: Routledge, 1989), 34.
[22] Kate Harding, “You’re Not Fat,” en Feed Me!: Writers Dish About Food, Eating, Weight, and Body Image, ed. Harriett Brown (New York: Ballentine Books, 2009), 170.
[23] Harding, 174.
[24] Kathleen LeBesco, “Queering Fat Bodies/Politics.” En Bodies Out Of Bounds: Fatness and Transgression, ed. Jana Evans Braziel and Kathleen LeBesco, (Berkeley: University of California Press, 2001), 76-7.
[25] Los ejemplos incluyen el “fat-in” montado en el Central Park de Nueva York en 1967, en el que activistas gordxs comían, cargaban carteles de piquete y quemaban libros de dieta, y las acciones orientadas a los medios de la Queer Nation, altamente visibles, tales como el beso colectivo entre persnas del mismo sexo en los shoppings.
[26] Kathleen LeBesco, Revolting Bodies?: The Struggle to Redefine Fat Identity (Amherst: University of Massachusetts Press, 2004), 92.
[27] LeBesco, Revolting Bodies?, 92-3.
[28] A pesar de que Star Jones negó inicialmente haber pasado por una cirugía de bypass gástrico, en el 2007, ella admitió haber pasado por el procedimiento en una entrevista para la revista Glamour.
[29] Por sus opiniones directas y su gordura sin remordimientos, O’Donnell se ha encontrado a sí misma frecuentemente como blanco del escarnio público, el caso más famoso vino de parte del magnate billonario Donald Trump quien en el 2006 se refirió a O´Donell como “desalineada, gorda y fea” en un capítulo de Entertainment Tonight. Aunque que la palabra “tortillera” estaba ausente del virulento ataque de Trump, dado que “gorda”, “fea” y “tortillera” frecuentemente colapsan en una claramente identificable cadena de significación, era fácil leer implicada la palabra “tortillera”. Todavía queda por verse si Ditto afrontará el mismo tipo de hostilidades a medida que ella se mueva más y más dentro la mirada pública.
[30] LGBTQI son las siglas de lesbiana, gay, bisexual, transgénero, queer/(q)uestionando e intersex.
[31] Beth Ditto, entrevistada por Sarah-Jane, “Are The Gossip Control Freaks?,” Diva, < http://www.divamag.co.uk/diva/features.asp?AID=577> (5 Abril 2009).
[32] Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity (New York: Routledge, 1990), 173.
[33] Butler, xxix (énfasis en el original).
[34] Butler, 43.
[35] Butler, 174-5.
[36] LeBesco, “Queering Fat Bodies/Politics,” 79. Cita original en Butler, 146-7.
[37] LeBecsco, 83.
[38] Cuando Ditto no está semidesnuda, a veces ella está vestida en ropas ultra-modernas diseñadas por su estilista personal, Johnny Blue Eyes. Haciendo un esfuerzo consciente en estar a la vanguardia de la moda, Ditto demuestra que las chicas gordas no son las desalineadas que están estereotipadas a ser, y que las mujeres de talla ancha pueden perfectamente ser íconos del estilo como las chicas flacas. De hecho, cabe destacar que Johnny Blue Eyes es también el estilista de la modelo super esbelta, Kate Moss, lo que implica que las ropas que las dos fashionistas usan tienen sus similitudes.
[39] Cecilia Hartley, “Letting Ourselves Go: Making Room for the Fat Body in Feminist Scholarship,” en Bodies Out of Bounds: Fatness and Transgression, ed. Jana Evans Braziel y Kathleen LeBesco (Berkeley: University of California Press, 2001), 61.
[40] Nota: The Gossip tienen dos videos para la canción “Listen Up!”. El que estoy describiendo es su primer video, aquel que hicieron en el 2006 El segundo video, hecho en el 2007, presenta a una mujer y a un hombre, lxs dos vestidxs en drag, que caminan por Portland, Oregon, antes de encontrarse en un club nocturno y compartir un baile. Este segundo video demuestra el interés de The Gossip en los modos queer de juegos de género.
[41] No estoy diciendo que esta acción implica un rechazo del tejido. De hecho, Ditto es una ávida fan del oficio. Más bien, estoy planteando que este acto obtura una lectura simplista de Ditto “adoptando” la feminidad estereotípica.
[42] Ditto habitualmente no usa desodorante o afeita sus axilas. Este un ejemplo de cómo la violación de las normas corporales por parte de Ditto a menudo va más allá de su talla.
[43] LeBesco, 86.
[44] Citado en respuesta a Shannon Kelley, “Beth Ditto’s Nude NME Cover!,” Papermag, 30 May 2007, (5 April 2009).




miércoles, 12 de octubre de 2011

some girls are bigger than others



(Beth Ditto, de Gossip)



Este texto fue escrito para el #6 del Fuego zine, que pronto estará en las calles.



Algunas chicas somos más grandes que otras.
Reflexiones en torno a la gordura
[1]

Por Laura
pidoperdonzine@hotmail.com

You’re the one for me, fatty.
Morrissey

I wanna riot- a riot of my own.
The Clash

Don’t gonna be a Twiggy, gonna be as I am.
Fun People

Hay una carta de F. Engels, el otro padre del marxismo, al yerno de Marx, P. Lafargue, donde, además de quejarse por el abuso de la palabra “autoritario” por parte de los anarquistas, se refiere a Bakunin y su “obeso cuerpo”. El viejo recurso de la alusión personal descalificadora en todo su esplendor y una muestra de autoritarismo, qué duda cabe.
La carta en cuestión es de 1871 y, más allá de las distancias epocales, reverbera en mí muy claramente. Hace un año, una pretendida activista algo conocida en el ambiente se refirió a mí en Facebook como “gorda pelotuda”[2]. A pesar de tanto feminismo, post y trans feminismos, femme-inismo, queer, punk, anarquismo, post-estructuralismo y festivales Belladona, me quede virtualmente sin respuesta. El insulto fácil y retrogrado había surtido su efecto hiriente y paralizante. “Gorda” es LA palabra. EL insulto. LA herida. Y nos deja sin palabras la mayoría de las veces.
Yo sé que lo que dijo esa persona es redundante: acá, como en muchos otros lugares, ser gordx es ser muchas otras cosas negativas. Ser gordx es también ser fex, indeseable, poco saludable, flojx, amorfx, bobx, lentx, pelotudx. Una pelota bah, algo sin gracia. Sé que no soy gorda en todos esos sentidos y sé también que algunxs de ustedes buscarán en Internet fotos que atestigüen esto que digo. Pero sí soy gorda. No sólo según discutibles estándares o idealizaciones normativas o en la opinión de ciertxs micro-fascistas que habitan incluso ambientes autodenominados libertarios, activistas o lo que sea. Pero voy a explicarme mejor.
Soy gorda porque hoy elijo nombrarme así, con esa rara rabia que te hace sentir orgullo y alegría a veces, salgo del closet de las tallas (Kosofsky Sedgwick-Moon, Tendencies,1993), del cuerpo-patrón (Juan Nicolás Cuello, 2011), ese cuerpo inobjetable que sólo portarían algunxs pocxs: lxs que se ejercitan, los que comen “bien”, los que se mesuran y mesuran al resto. Soy gorda, así, en tiempo presente, porque no se nace gordx (jugando con de Beauvoir, Preciado, Sedgwick, Moon y Berlant), sino que hay un hacer constante, que no se corresponde únicamente con una patología o desorden somático/psíquico o una relación desequilibrada con la comida y la posibilidad de consumo en estas sociedades.
Como mujer gorda recién salida del closet me pregunto algunas cosas. ¿Cuánto es demasiado? ¿Cuándo se empieza a ser demasiado gordx, demasiado altx, bajx, afeminadx, masculinx, pelado o peludo, fláccidx (o demasiado viciosx)? ¿En qué momento dejamos de ser alguien para ser sólo gordx? Demasiada visibilidad/voluminosidad nos invisibiliza, paradójicamente. Nos reduce a un mote, a un insulto (autorxs como Lauren Berlant destacan que perdemos incluso el nombre propio para pasar a ser sólo una cosa excesiva). O, peor aun, nos reduce a algo que debe sacarse de la vista. O borrarse si es que no puede convertirse en otra cosa con esfuerzo, voluntad, sudor y lágrimas (la persona flaca que la gordura encerró bajo siete llaves).




(Eve Kosofsky-Sedgwick)


El insulto es una manera de estigmatizar, eso es sabido. La operatoria reiterada de la ofensa hiriente nos ata a una historia que nos precede y que no elegimos del todo. Nuestros cuerpos son el producto de la historia política, no simplemente de la historia natural (Preciado, Manifiesto Contrasexual, 2002). La gordura, como el género y otros dispositivos, no son naturales (Butler, El género en disputa, 2007). Nuestros cuerpos gordos son cuerpos fabricados como estigmatizables, indudablemente. Como el cuerpo puto, lesbiano, negro, pobre, migrante, trans, intersexuado o infantilizado. Lo que no encaja, lo que excede, lo que estalla límites, costuras y cierres, asientos de colectivo, fronteras, ficciones y permisos legales.
Dice Judy Butler (Lenguaje, poder e identidad, 2004) que estos nombres injuriosos no deben mantenerse en el dominio de lo indecible, porque así preservan su potencial hiriente. Sacarlos del silencio tal vez nos permita usarlos para otras cosas impensadas. Como salir del lugar de la herida que habitamos. Y dejar de pedir perdón por aquello que no hicimos, como decía Alejandra Pizarnik en un lindo poema que siempre me gusta recordar.
Preciado quiere para este siglo XXI una rebelión común, de los cuerpos. Una rebelión somática, dice, “frente a los sistemas policiales de género, sexo, sexualidad, raza y normalidad corporal que prevalecen en las democracias occidentales”[3]. Para empezar, hoy me propongo ser este cuerpo que soy, impetuoso y frágil pero invencible. Y visible, bien visible. Sé que para hacer esta rebelión de los cuerpos y los afectos van a ser necesarias muchas más barricadas que las que aparecen nombradas acá. Pero estoy confiada. Algunas chicas somos más grandes que otras, ya lo sabían los Smiths. Y el Foucault que les ponía fichas a las feministas que superaban las trampas de la sexualidad colonizadora y sus efectos corporales también nos anunciaba a nosotras. Algunas chicas somos más grandes que otras sin importar la talla que portemos. Y podemos hacer grandes cosas por nosotras mismas. Una revuelta que no sea insípida como un jugo light tal vez. Una insurrección desordenada contra la autoridad que todo lo mide y todo lo marca. Riot not diet, decían unas hermanas norteamericanas décadas atrás. Cantemos con ellas las canciones furiosamente alegres que hablan de la piel dura y de los cuerpos que no quieren ser gobernados.


Laura, Buenos Aires, 25-9-11.


[1] Gracias a todxs lxs que discutieron conmigo algunas de estas ideas en Internet o cara a cara y compartieron generosamente sus sentires, experiencias, padeceres y deseos. Gracias a los afectos que me sostuvieron cuando me sentí herida e insultada. Gracias a lxs amigxs que no necesitan pelearse por mí ni defenderme pero sí saben decir “si te metés con mis amigas te metés conmigo”. Nombro en especial a Marianita, Pato, Ile y Gastón. Gracias a Aldu que me dio la idea para el título. Y la lectura inteligente y sensible que hicieron de los borradores muchxs de lxs nombradxs. Dedicado a Juanel, por darme siempre una excusa para escribir. Este artículo me inspiró profundamente y estaría bueno que alguien lo traduzca: http://www.neoamericanist.org/paper/punk-will-never-diet


[2] Es curioso cuánto pueden herir ciertos personajes conceptuales o ficcionales que andan anunciándose libres pero están firmemente atadxs a sus privilegios y a sus mezquindades prosaicas. Afortunadamente, hace un tiempo largo ya que algunxs aprendimos que se puede saltar de la herida narcisística al espacio político. Porque no se trata de cuestiones menores o anecdóticas, ligadas a la “vida privada" o a la estética, sino que tienen que ver directamente con los cuerpos que importamos y si contamos como tales para otrxs, en cuáles condiciones y circunstancias.


[3] Entrevista a Beatriz Preciado en el Periódico Diagonal del 20/7/2010. Disponible en http://www.diagonalperiodico.net/Es-urgente-e-imprescindible-en-el.html




(Beth, que se describe como lesbiana, femme y gorda)

viernes, 7 de octubre de 2011

elo #5 del zine en pdf




no es el mismo encanto que el papel pegoteado y fotocopiado, pero ayuda a que llegue a muchos lados.


gracias a juanel por pedefearlo (?!) ♥


lo descargan de acá

jueves, 15 de septiembre de 2011

nuevo compilado de musiquitas para descargar




se lo bajan de acá y lo escuchan mientras pasan las hojitas del nuevo zine.


lista de temas:


Iggy & The Stooges- Gimme danger

Chumbawamba -Rape

She-Devils -Baby

The Smiths -Jeane

Buzzcocks -Nostalgia

Massacre -Mi mami no lo hará

Rosario Bléfari -Cuaderno

Pixies -The sad punk

Dead Kennedys -Life sentence

Limp Wrist -The ode

Los Estómagos -Quién mata a los niños

Social Distortion -Cold feelings

Stiff Little Fingers -Tin soldiers

The Specials -Doesn't make it alright

The Organ -Can you tell me one thing

Radiohead -There there

Karen O and The Kids -All is love (Where the wild things are soundtrack)

viernes, 19 de agosto de 2011

el #5 por fin está listo y en las calles




Lo que trae este zine:


Mucha poesía que iba quedando pendiente de un número a otro. Un collage de palabras e intensidades aún sin terminar, cosido gracias al aporte de todxs sobre algunas de las distintas maneras de atravesar la infancia. Un gran texto donde Charyl Chase dice, entre otras cosas, que lo intersexual es bueno. Miriam Maidana colaboró con su habitual calidad para poner en palabras una historia que estaba a la mitad, pero que se empezó a escribir desde otro lado cuando alguien se pudo correr al fin del lugar de víctima abusada. Un dossier con algunas reflexiones sobre los límites entre infancia, adolescencia, abuso y consentimiento en torno a lo sucedido en General Villegas, Pcia. de Buenos Aires, Argentina. Más allá del localismo que el googleo y las noticias instantáneas desmienten apenas, elegí hacer un apartado especial que no fuera sobre “el caso” –eso lo pueden encontrar en Internet- sino sobre algunas cosas que no deberían pasar de largo. La chica de Villegas me interpeló y me hizo pensar todo el 2010. Y este comienzo de 2011. En un principio había anunciado un especial sobre educación, que ahora tendrá que esperar su momento. También hay un texto hermoso y resistente enviado por Henrique. Hay canciones dispersas por ahí. Y dibujos muy buenos (gracias por la tapa chica MOstra!) y más palabras sueltas. Pasen y vean. Discutan, disientan, sientan. Difundan si es de su agrado. La fotocopia no salvará al mundo, pero tal vez nos permita acercarnos en afinidad y hacer algo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Sexualidades 1



Ya lo dijo Evaristo: quieres identificarnos, tienes un problema. Lo que subimos acá -un programa de radio en torno a sexualidades, como en otro momento subimos textos, imágenes o sonidos-, son sólo diferentes maneras de llevar al acto esto que sentimos. No hay lecciones que aprender ni respuestas para dar. Sólo trayectorias.

El link para descargar el programa acá.

Lista de temas por punk luddita:

Sleater-Kinney – Call the doctor
Le Tigre – On guard
Morrissey - Sister I’m a poet
Buzzcocks - Orgasm Addict
Dead Kennedys – Macho Insecurity
La Polla Records – Porno en Acción
Fun People – Runaway
Virus – Superficies de placer

Y la editorial, por el Invisible fuego:



Pensando y armando este programa, una de las cuestiones que más nos importaba era no convertirlo en un muestrario o en un simple listado clasificatorio. Decir que vamos a hacer un programa enfocado en sexualidades puede resultar caer en esto. Y evitarlo también implica luchar con los límites que impone hacerlo desde un programa de radio, con las restricciones ya conocidas de tiempo y espacio.


Probablemente en otro contexto donde no nos corran los horarios ni otras normas de los medios de comunicación los temas permitan abrirse a charlas más extensas y sustanciosas -teniendo en cuenta, claro, a quienes participen y sus ganas de así hacerlo-, pero más allá de las demarcaciones preestablecidas e involuntarias parte nuestra, también es importante decir que esto no es una junta médica ni científica de ninguna índole. Que acá no se transplanta el clasutro de ninguna institución académica. No somos juristas y no nos apoyaremos en las leyes como argumentos y por sobre todas las cosas intentaremos no emitir juicios definitivos sobre lo que vamos a hablar.


Somos concientes de que muchas de estas etiquetas que emplearemos para describir son puestas a prubea permanentemente incluso para quienes las expusieron por primera vez en su momento -por ende, no tomamos palabras santas, por más admiración o respeto que nos despierten tal o cual teórico o activista- y también tenemos en cuenta que el empleo de determinada denominación puede ser desconocida por quienes parecen estar incluidxs en ellas.


Es difícil encerrar nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra manera de pensar, en una sola palabra. Pero en tiempos en que los términos como sexualidad y conducta sexual se usan indistintamente y en los que género, diversidad, feminismo, igualdad, patriarcado o queer ingresan en el léxico del ciudadno medio progre demócrata y bien pensante sin ningún tipo de análisis, está bueno charlar que se quiere decir cuando se dice eso, dejando de lado los ánimos de apropiación de estas simples palabras por aquellos seductores del poder -de turno o en sala de espera.


Simples disparadores, sin ánimos de iluminar, tal vez con la intención de derribar mitos que hoy se intentan encerrar en páginas muertas, en leyes coercitivas -valga la redundancia- o en plataformas de ocasión. En definitiva, se trata de vida y de la libertad de vivirla. Pero para eso falta. Por lo pronto, empecemos el programa.

miércoles, 6 de julio de 2011

Ciclo de lecturas y debates libertarios - Repensando a Bakunin






Cuando hablamos de Mikhail Bakunin, pensamos en la figura mítica del gran revolucionario ruso de la 1º Internacional… sin embargo, Bakunin también puede ser pensado en otras claves: el hombre de la acción directa, el antagonista de Karl Marx, el teorizador de la Libertad, el filósofo, el solidario, y muchas otras, demostrando de esta manera un pensamiento y un accionar propios de un gran sujeto antiautoritario, que constantement ...e pensaba su circunstancia y su época, y en virtud de ello, proyectaba perspectivas emancipatorias.La intención del presente ciclo es la de desacralizar su figura, para realizar una lectura objetiva de sus pensamientos, propuestas y acciones. Contextualizar, comprender su coyuntura y su bagaje conceptual, para reflexionar y proyectar conceptos y acciones.Proponemos seis encuentros para desarrollar los siguientes ejes:






5/7 1º Encuentro: Presentación, propuesta de trabajo y reseña biográfica.



12/7 2º Encuentro: Filosofía y naturaleza humana en Bakunin.



19/7 3º Encuentro: Pueblo, clase y la cuestión nacional.



26/7 4º Encuentro: Noción de Libertad y Estado.



2/8 5º Encuentro: Acción revolucionaria y praxis política.



9/8 6º Encuentro: Marx y la 1º Internacional.






Habrá una selección de textos, aunque son más que bienvenidos los aportes.






Martes 19:00 hs. - Federación Libertaria ArgentinaBrasil 1551 - Capital Federal



InDisciplina – Colectivo de Producción Libertaria




jueves, 7 de abril de 2011

corporalidades frágiles


Corporalidades frágiles. Notas en torno a la consideración de la pedofilia en Jeffrey Weeks

Por Laura Contrera


La “tradición sexual” suponía que el sexo era el sino o el destino: lo que uno deseaba es lo que era. La sexualidad clavaba un alfiler como a una mariposa sobre la mesa. Jeffrey Weeks


Things are feeling thinwell I know, I know. Yeah Yeah Yeahs-Pin


Todo el problema está en saber cuáles son los mecanismos positivos que, al producir tal o cual forma de sexualidad, engendran de hecho miseria. Michel Foucault



0. Ansiedades Seguramente muchxs coincidimos en que la sociedad, dada la profunda ansiedad moral que las temáticas ligadas a la sexualidad provocan, confunde muchas cuestiones. Y esta confusión trae mucho dolor en algunos casos. Por ejemplo, se supone que se protege a la infancia cuando se la victimiza y acalla tras las voces de sus representantes. Algunxs también estarán de acuerdo conmigo en que el tema de las relaciones intergeneracionales (concepto no asimilable al de abuso sexual, claro está) merece un debate profundo, serio y responsable. Seguramente también coincidiremos en que este tipo de debate no es el que suele abundar. Pero existe. Buscando aportes que despejen caminos y permitan aparecer las preguntas más que cerrarse en respuestas consabidas encontré un libro que trata de manera sencilla estas “formas intrincadas de poder y dominación que configuran nuestras vidas sexuales”[1]. Y ahora comparto estas notas en torno a la pedofilia tal como la considera Jeffrey Weeks en su libro Sexualidad, con algunas reflexiones que reverberan en mí desde hace un tiempo a partir de la lectura de Michel Foucault, Judith Butler, Eric Fassin, Gayle Rubin, entre otrxs[2].

1. Sexualidades Que lxs niñxs tienen su propia sexualidad es algo que se viene diciendo desde hace más de un siglo. Tal afirmación, que doy por válida, tiene implicancias psicológicas que exceden a estas líneas, pero quizá nos permita salir del cómodo terreno legalista de reconocimiento de derechos o de discusión de la edad del consentimiento, terreno donde suelen asentarse las encarnizadas discusiones sobre abuso sexual y pedofilia. Más allá del tenor de estas discusiones, la existencia de la sexualidad infantil es una constatación empírica en estas sociedades y un presupuesto de toda autonomía de lxs sujetos, no importa su edad. En otro lado decía que la sexualidad ha sido considerada en Occidente desde hace mucho tiempo como uno de los lugares privilegiados por donde se cuela el peligro: “el punto frágil por donde nos llegan las amenazas del mal”, en palabras de Foucault[3]. En la Modernidad, la infancia sometida al interés conservativo/ explotador del Capital y del Estado se delimitó como una zona precaria, rodeada de amenazas. Y la sexualidad que le es propia floreció como un terreno de especial fragilidad desde entonces[4]. En el libro que anoto, Weeks hace una pregunta incómoda para gran parte de quienes, por distintos motivos, nos sentimos interpeladxs por estas cuestiones: “¿el sexo intergeneracional es un cuestionamiento radical de las divisiones arbitrarias de edad o constituye abuso sexual infantil?”.Y aclara que “estas preguntas y muchas otras son clave en la política sexual de los años recientes. Son importantes porque nos desafían a reconsiderar los criterios con los que podemos decidir entre conducta apropiada e inapropiada” (pág. 84). Buen seguidor de Foucault, Weeks busca una perspectiva que tenga en cuenta las relaciones de poder. Con ese marco es menester realizar algunos cuestionamientos: “ya no será posible condenar una práctica sexual porque es homosexual o incluso heterosexual, sadomasoquista o pedofílica. Más bien deberemos empezar a preguntar: ¿qué hace que esta actividad específica sea válida o inválida, apropiada o inapropiada? ¿Cuáles son los factores sociales que la hacen significativa? ¿Cuáles son las relaciones de poder que funcionan en ella?” (pág.85). Diversos autorxs han trabajado sobre la aparición de la infancia como un concepto socio-histórico relativamente nuevo, pero pocxs se han animado a reseñar las intersecciones, cruces y desvíos de tal aparición con los embates del deseo y la proliferación/delimitación de las sexualidades en torno a la edad, al género, etnia, clase, espacios, parentesco, etc. Weeks define la pedofilia como una determinada elección de objeto, que, al igual que la heterosexualidad o la homosexualidad (por referirnos a los dos grandes nombres invisibilizadores de la sexualidad), “en sí no describe nada salvo el hecho de la elección del objeto” (pág.85). Según Weeks, el término “heterosexualidad” incluye “tanto la violación como las relaciones amorosas, tanto la coerción como la elección. Abarca una multitud de prácticas sexuales…” (pág.85). Podríamos seguir este razonamiento hasta el final y constatar que el término “pedofilia” funciona de manera similar, pero con el plus de que la diferencia de edad pasa a ser definitorio en la elección del partenaire objeto de las atenciones sexuales. Y he aquí, me atrevo a adelantar, el eje de la cuestión: las valoraciones adultas de esa diferencia de edad, dato que no supone una mera diferencia aritmética o regulable por ley. También Weeks advierte sobre la esterilidad de algunos debates, que obturan la discusión más que otra cosa. Una vez más, se trata de relaciones de poder. Pero no en el sentido –común- que se ha sedimentado tras la feliz fórmula foucaultiana. Dice nuestro autor: “las relaciones de poder que puede involucrar el sexo se ilustran de modo más radical con la cuestión del sexo entre distintas generaciones. Para la gran mayoría de la población, esto no es un problema serio como tal: se trata simplemente de abuso sexual infantil. Implica a adultos poderosos que usan su experiencia y ardides para obtener satisfacción de niños y niñas sin experiencia y vulnerables. Por otra parte, para los partidarios de la pedofilia, hay una celebración de imagen en espejo de las posibilidades del sexo intergeneracional. […] En lugar de involucrarse en estos argumentos que se excluyen mutuamente, considero más racional volver a examinar lo que esto implica” (pág.86). El escándalo moral en torno al abuso infantil no equivale en nuestras sociedades a nada parecido al respeto y al cuidado. No es más que eso: escándalo. Teniendo en cuenta estas precauciones –los argumentos que se excluyen mutuamente y la necesidad de contextualizar determinadas prácticas y examinarlas como relaciones de fuerzas- Weeks señala la importancia de deslindar una serie de elementos en todo acercamiento a estas cuestiones: la edad ideal para prestar el consentimiento –que varía en diferentes lugares-, las cuestiones de género –en algunos lugares la edad del consentimiento varía según la asignación genérica-, la cuestión étnica, etc. Y finaliza diciendo que “al fin de cuentas, tal vez sigamos condenando todas las formas de abuso sexual infantil. Pero ya no deberíamos hacerlo simplemente porque es una sola actividad; más bien tenemos que incluir otros criterios que no son intrínsecos al acto sexual en sí” (pág.87). En esta conclusión Weeks se muestra como el atento lector de Foucault que es[5]. Ni la anormalidad de algunxs ni el calificativo negativo reservado para ciertos actos son la respuesta que buscamos, si es que realmente nos convoca el problema de las relaciones intergeneracionales y el abuso infantil. 2. Fragilidades Este escrito intenta seguir el consejo de Weeks en cuanto a la futilidad de iniciar o proseguir discusiones estériles. Nadie convencerá a lxs child lovers de la inconveniencia de sus prácticas a partir de unas notas apresuradas sobre Weeks y Foucault. No voy a emprender una cruzada antipedofilia. En este punto hago míos los argumentos que algunas feministas, en otro tiempo y lugar, esgrimieron contra el feminismo antipornografía y su conservadurismo feroz que tantos males nos legó. Las cruzadas moralistas antipedofilia piden legislaciones más férreas a un sistema que, por definición, incluye en otros circuitos -al margen de la legalidad- las ganancias de los placeres prohibidos y de las perversiones. Se trata entonces de intentar una reflexión sobre las problemáticas relaciones entre la sexualidad infantil y la adulta (una faz de las relaciones intergeneracionales) que no repita los lugares comunes que se reproducen sin pausa y sin consecuencias concretas en las vidas de quienes soportan o han soportado el peso del avasallamiento de sus sexualidades. Esto poco tiene que ver con sofisticaciones intelectuales. Un problema como éste debería tratarse de manera seria. Porque el avasallamiento de las sexualidades infantiles se produce antes de que efectivamente haya acaecido el hecho tipificado (el abuso, la violación). La mirada moral y temerosa de la sociedad bienpensante ha engendrado y seguirá engendrando eso mismo que teme para sus tiernos frutos. La vigilancia –parental y estatal- impide por su propia definición la producción de una autogestión responsable del cuerpo infantil –acorde a su camino evolutivo, claro. El peligro difuso de la sexualidad autoriza todo tipo de controles y toma contornos definidos: el miedo delinea cuerpos que desconocen sus posibilidades de resistencia, como ha sucedido tradicionalmente con las mujeres y la violación. Seguir pensando –y produciendo- a la infancia como una víctima ineluctable de las voracidades adultas no la ha mantenido a salvo. La infancia es sometida cotidianamente, de distintas maneras, en esos espacios de superposición entre género, sexo, clase y etnia[6]. Este sometimiento configura las subjetividades infantiles: cuerpos inermes, expuestos a todo mal, niñxs que no conocen sus potencialidades ni disponen de esos cuerpos[7]. Pero que advirtamos esta producción de cuerpos frágiles como los infantiles o que reconozcamos la autonomía de estas corporalidades no nos dispensa del cuidado y de la responsabilidad. Hablar de la producción de la infancia –y su sexualidad- como un terreno de fragilidad y controles no presupone que el cuidado sea un elemento a desterrar. No sugiero tampoco que haya reaparecido en el cuidado de lxs niñxs y en la vigilancia de las sexualidades adultas en relación a esxs niñxs el fantasma represivo decimonónico –el fantasma que levantaba las sábanas de los pequeños masturbadores. Se trata simplemente de advertir la gestión biopolítica de ciertos cuerpos colocados en una situación vital de vulnerabilidad radical. Una de las preguntas a hacernos entonces es: ¿cuáles niñxs son posibles bajo este régimen político-económico? Niñxs mártires, niñxs víctimas, niñxs frágiles y deseables, pero indefensxs. Esto nos lleva a repensar los paisajes sociales y psíquicos en los cuales surgen lxs niñxs[8], e implica también hacernos cargo como sociedad del cuidado que no le brindamos a la niñez. En el primer tomo de su Historia de la sexualidad, Foucault hablaba de una economía compleja en materia de sexualidad: prohibiciones, pero también incitaciones, manifestaciones y valoraciones. El peligro difuso bien convive con la incitación a la sexualidad: corporalidades frágiles que necesitan ser protegidas del mal –como vimos, el sexo es el lugar privilegiado para que éste se cuele-y que, a la vez, exhiben su fragilidad –una definición de la inocencia tal vez- como un valor a ser tomado y resignificado por otro: un adulto varón, preferentemente. El discurso sobre la infancia está cargado de idealización, tanto en las retóricas victimizantes como en las románticas que esboza cierto discurso pedófilo. Asistimos impávidxs al desfile de imágenes sacralizadas e hipersexualizadas de la infancia. Niñxs inocentes, niñxs víctimas, niñxs abandonadxs o perdidxs: una representación de lo inocente, puro y frágil como deseable, por maleable, por no corrompido. Lo puerilizado como atractivo, por débil y aún no formado (porque lo pueril es lo propio del niño, pero figurativamente también es lo ingenuo o lo trivial, lo infundado). Quien se autodefine pedófilo está atado más que nadie a ese dispositivo. No son monstruos anormales ni amorales, los pedófilos están siendo producidos en esta sociedad, no en el espacio exterior. La misma sociedad que se piensa antipedófila aplaude a niñas de jardín de infantes que bailan sensualmente como en el concurso de las starlets televisivas. Y no es una contradicción, como canta Loquero en Ghost in the F.O.R.A . Ahora bien, ¿dónde están las voces de estos cuerpos frágiles? Acalladas, dirán algunxs. Por los discursos del saber (psi, sobre todo), por los discursos del derecho y la representación (madres, padres, tutorxs, encargadxs, el Estado en su faz asistencial y pupilar, etc.). Por la ansiedad moral y el pánico social. De los homosexuales, de las mujeres, de las travestis o de lxs intersexuales, se ha dicho mucho, pero ellxs también han hablado. Lxs niñxs, en cambio, nada dicen al respecto. No hay discurso a favor de la pedofilia emanado de lxs niñxs. ¿Es llamativo? Weeks habla de “disparidad de intereses entre adultos y niños” (pág. 82). Esa sería quizá una razón válida para esta constatación. Las diferencias entre las generaciones son arbitrarias, socialmente establecidas. Y su traducción legal puede ser más que vacilante. Así como tembloroso es el deseo que nos anima a veces. Pero hay disparidad entre los niveles de relación y de socialidad de niñxs, adolescentes y adultxs. Esta disparidad debería ser tenida en cuenta para que las relaciones eróticas, amorosas, apasionadas, placenteras o afectivas con otrxs sean relaciones éticas más que relaciones violentas o meramente consentidas, como veremos más adelante. 3. Miserias Las relaciones intergeneracionales existen, son variadas y operan diversos presupuestos en ellas. Se pueden citar numerosos ejemplos en torno a la autoridad parental, escolar y estatal, donde la obediencia y el control asumen un rol preponderante. La diferencia generacional instituida pivotea generalmente sobre los viejos conceptos jurídicos de la incapacidad y minoridad de lxs niñxs, traducción legal del tema moderno de la inmadurez de la razón infantil. Más allá de las transformaciones históricas palpables, tales postulados no están caducos en las instituciones sociales. Y necesitan cuestionamiento, claro está. Las divisiones por edad son arbitrarias, como constata el dispositivo de poder-saber. Cierto discurso pedófilo deduce de esta constatación la radicalidad de su cuestionamiento a las arbitrariedades instituidas[9]. Aduce a su favor la también constatada existencia de una sexualidad infantil. Y se asume como una minoría sexual respetuosa de las autonomías infantiles, en su autoproclamado esfuerzo por cuidar a la infancia, respetando la capacidad infantil de decidir ejercer o no su sexualidad con un adulto. En este esfuerzo teórico se pierden de vista los distintos factores sociales que hacen significativa estas prácticas concretas, como advertía Weeks. En su lucha por desmarcarse del estigma de la perversión como construcción médico-jurídica, cierto discurso pedófilo busca homologarse con la homosexualidad, en el camino recorrido desde ser considerada un pecado contra natura, pasando por la patologización hasta llegar a la normalización de sus expresiones en muchas sociedades. Tal homología omite deliberadamente que en la pedofilia, a diferencia de la homosexualidad o el lesbianismo, “se trata de la imposición de valores adultos sobre los niños, y como los niños no pueden responder del mismo modo que los adultos, no pueden entrar en el mismo debate porque es un nivel relacional distinto”[10], como dijo Weeks en una entrevista. Además de soslayar por completo la dimensión ética de las relaciones afectivas. Como escribió con admirable concisión Cristina Corea: “en el abandono, hay un exceso de representación de la autonomía infantil; en el abuso, un exceso de la representación de la responsabilidad del niño a causa de sus derechos.”[11]. Hay abuso en muchas relaciones intergeneracionales y éste es merecedor de sanción no porque la violencia en términos sexuales sea lo peor que puede pasarnos. Tampoco porque la mancha de una relación intergeneracional vaya a quedarse indeleblemente en nuestra piel, marcando un camino único –el de la normalidad o la anormalidad- en la gestión de los placeres. Hay abuso porque se fuerza una relación que debería ser de cuidado hasta el límite mismo donde roza la dominación. Judith Butler señala acertadamente que los debates en torno a la realidad del abuso sexual infantil y de ciertas relaciones intergeneracionales tienden a definir erróneamente el carácter de esa explotación: “no se trata simplemente de que el adulto imponga de manera unilateral cierta sexualidad, ni de que el niño fantasee de manera unilateral con cierta sexualidad, sino que se explota el amor del niño, un amor que es necesario para su existencia, y se abusa de su vinculación apasionada”[12], dice. No hace falta suponer únicamente niñxs completamente inocentes, mudxs e indefensxs –lo mismo vale para las mujeres, las personas trans o racializadas, etc.-, víctimas de la violencia física o psíquica de un adulto para condenar toda forma de avasallamiento que se le ejerza. Lxs niñxs deseantes deberían poder encontrar la agencia del deseo propio, en toda circunstancia, sin imposiciones de ningún tipo, como advierte Butler en sus obras. Esto es algo simple en su enunciación, pero no así en la práctica. No creo que la sexualidad sea la definición de nuestro yo o la nota distintiva de nuestra “normalidad”. Las corporalidades no son homosexuales, lesbianas, heterosexuales o sadomasoquitas simplemente porque “nacieron así”. Tampoco se “nace” pedófilo. Porque la sexualidad no es un dato natural[13] ni una simple traducción en moldes culturales de un dictum biológico. No llevamos una alfiler clavada en el sexo cual mariposas secas, por más que durante tanto tiempo la scientia sexualis haya querido exhibirnos tras vidrios transparentes. Que la sexualidad sea modificable, variable y diversa implica que está abierta a nuevos cuestionamientos que salgan de la condena moral de los actos per se para llegar a la crítica y a una política activa en torno a cómo gestionamos nuestros placeres de manera ética con nosotrxs mismxs y con lxs otrxs implicadxs. Reconsiderar los criterios de lo apropiado y lo inapropiado, lo prohibido y lo permitido o, mejor aún, lo ético para salirnos de los discursos normalizantes no implica desconocer las relaciones de poder en juego en nuestras elecciones sexuales. Menos aún puede suponer minimizar el impacto probable o el daño eventual que una actividad o elección pueda tener sobre unx mismx y sobre lxs demás, especialmente cuando la autonomía personal de otrxs pueda quedar implicada de una manera no elegida por esa otra corporalidad afectada. Hay que insistir en la noción del cuidado de sí y de lxs otrxs para no imponer unilateralmente el deseo. Esto es algo que excede en mucho al esquema del consentimiento que se suele manejar cuando consideramos cuestiones de relaciones intergeneracionales y abuso infantil. La pregunta que hay que hacerse, individualmente y como sociedad, fue formulada por Foucault: “cómo comportarse éticamente en relaciones placenteras con los demás”[14]. La ética del cuidado de sí -y de lxs otrxs- como práctica de la libertad en la que insisten las últimas investigaciones del filósofo puede servirnos de guía para plantear seriamente la autogestión de las sexualidades infantiles. Como sugiere Eric Fassin, la renuncia a la psicologización de las sexualidades y sus modalidades podría cambiarse por su politización. Fassin encuentra también que el debate en torno a criminalizaciones y derechos “permite hacer explícitas, y en consecuencia poner en duda, las normas implícitas que rigen los comportamientos”[15], dejando al descubierto lo que el trabajo de naturalización deja cubierto: las relaciones de poder. Según Fassin, el esquema foucaultiano estaría completo si salimos de la alternativa consentimiento/violencia mediante la introducción de un tercer término, que no puede confundirse con ninguno de los anteriores: el poder[16]. Pensando así con Foucault y Fassin quizá podamos recuperar la dimensión política que suele escaparse cuando se plantea en términos de indignación moral la violencia aberrante ejercida contra ciertas corporalidades (niñxs en este caso, pero también mujeres, trans, inmigrantes, pobres). O cuando, por el contrario, se utilizan argumentos radicales para justificar las propias prácticas y deseos adultos en relación a niñxs. Las sexualidades adultas invasivas generan miseria. No sólo la violencia física o psíquica y sus huellas son los estigmas que hay que sacar a relucir. Porque se sobrelleva el avasallamiento (pensemos solamente en ciertas prácticas escolares naturalizadas que giran en torno a la obediencia como formar fila, repetir de memoria lecciones, honrar a padres fundadores guerreros, etc. o en las familias “funcionales” y “disfuncionales” y todo su abanico de controles), pero el precio siempre es demasiado alto. Revertir el estatuto de víctima, burlar las trampas asignadas por género o clase, no convertirnos a su vez en adultxs avasalladorxs o meros reproductores de nuevas víctimas para un sistema demasiado voraz, todo eso es muy costoso. Pensarnos como sujetxs autónomos y capaces de agencia, de gestionar nuestros deseos, todo eso se torna complejo. Dije con Weeks que la pedofilia se caracteriza por su elección de objeto. Y que la diferencia de edad, que es un factor más entre tantos en una relación S/M, heterosexual u homosexual, etc., cobra una relevancia distintiva. Implica lo que Weeks denominó “un nivel relacional distinto”. Esa amplitud significativa entre la edad de un adulto deseante y su objeto de atracción es el lugar donde debemos detenernos[17]. Reconocer la autonomía que le es propia a la sexualidad infantil no autoriza a la demanda deseante abusiva de otrxs. Llevar esta cuestión al confuso y poco cuestionado plano del consentimiento, ficción liberal que supone individuos en igualdad de condiciones para decidir y negociar sus vinculaciones afectivas, omitiendo la complejidad de las relaciones de poder que nos implican y nos posicionan diferencialmente, implica un nuevo avasallamiento vestido de respeto a los derechos de la niñez. No sólo la violencia física o psíquica puede resultar abusiva. Se puede abusar de una vinculación apasionada de las corporalidades infantiles y de su dependencia respecto de otrxs. Se puede también abusar, como sugiere Corea, de la representación de lxs niñxs portadores de derechos. Es por esta triste interacción de factores que me animo a sostener que ciertas vinculaciones intergeneracionales son abusivas en estos términos y otras son éticamente inaceptables, por más que lxs adultxs implicadxs las tilden de románticas, consentidas, recíprocas o no violentas. Esto no significa tratar a lxs niñxs como “menores” incapaces o no oírlos en sus propias demandas deseantes y en su potencial de resistencia. Pero debo decirlo sin rodeos: no por perversa, no por amoral, no por anormal, la pedofilia, del mismo modo que la heteronormatividad obligatoria o la homonorma, no implica respeto ni reconocimiento de la autonomía sexual infantil. Engendra de hecho miseria. Que las escuelas, las familias o la religión también lo hagan no exime de responsabilidad a quienes se asumen pedófilos. *** En el cuento de Silvina Ocampo “La raza inextinguible”, lxs niñxs juegan a construir, a limpiar, a vender, a fabricar, mientras lxs adultxs descansan o se dedican al ocio y a los placeres. Lxs niñxs están exhaustxs. La pretensión de autosuficiencia, del mundo perfecto hecho a medida, persiste y se defiende. Ciertxs adultxs “pretenden ser niños”. Otrxs, inescrupulosxs, quieren ocupar esos lugares junto a lxs chicxs. Pero el sistema se mantiene: lxs padres, “un poco por egoísmo, un poco por darnos el gusto, implantaron esta manera de vivir económica y agradable”.

[1] Weeks, Jeffrey: Sexualidad. Paidos, México, 1998, pág. 21. Todas las citas de Weeks que siguen pertenecen a este libro. Entre paréntesis aparece el número de página. [2] Por lo menos desde hace dos décadas resulta de sentido común que no hay verdad (única) del sexo ha ser develada tras prácticas, cuerpos e identidades asignadas. Años de teoría y prácticas feministas, post-feministas y queer nos enseñaron bien. Pero a mí aún me quedaba un velo. La verdad primera (o última), reprimida y vergonzante, de mi experiencia infantil de la sexualidad, del consentimiento, de la violencia y de la culpa. Primero tuve que quitarme el sayo de víctima al que fui adscripta desde mis primeros años y que seguí llevando mucho tiempo. Después, transitar algunas experiencias de activismo y lucha. En torno a eso se gestó un zine, Pido perdón, un fanzine sobre cosas que pasan en la infancia. Este zine y su devenir me contactó con mucha gente. Sorpresivamente, un día alguien autodenominado pedófilo inició un diálogo un tanto unilateral conmigo. Más allá de las vicisitudes de la comunicación, creo que intentaba convencerme de la validez de sus posturas. Ser convencida era consentir, de alguna forma. Por eso, quizá, volví a mis viejas notas sobre Weeks y afines. Sé que esto que escribo es, en alguna medida, un testimonio. Pero es un testimonio que quiere ser una herramienta. Cuando las personas intersex comenzaron a politizar las identidades intersexuales el testimonio devino saber -como escribió Cheryl Chase en Hermafroditas con actitud, “transformando así las experiencias personales de violación en una oposición colectiva a la regulación médica de los cuerpos”-; en este devenir dejó de ser un mero saber testimonial para ser acción (eso se lo escuché decir a Mauro Cabral). No pienso que mi voz esté más autorizada que otras. Pero lo que sí sé es que no tuve las herramientas a mi alcance a tiempo: muy pronto fui sometida al trabajo incesante de la compleja tecnología de la victimización. Y a callar. Para nosotrxs el silencio. Las palabras autorizadas las tienen otrxs, siempre. Tampoco quiero decir que sólo mi experiencia me autoriza a hablar o, peor aun, a erigirme en voz representante de una imposible comunidad de criaturas abusadas en la tierna infancia, ese espacio de eterna inocencia mancillada por los poderes voraces. Lo que digo es que es hora de repensarnos en tanto víctimas, para saltar desde ese espacio profanado y silencioso hacia otro de acción. Y en otro plano, que no es sino el reverso esperable, la revisión de los dispositivos que nos produjeron (y seguirán produciendo) como víctimas propiciatorias de subjetividades encarnadas, crecidas y criadas en estas sociedades de control y capitalismo tardío, para desasirnos –todxs- de las redes del poder adheridas a las salientes de nuestros cuerpos-campo-de-batalla. [3] Foucault, Michel: Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Siglo XXI Editores, México, 1995. Pág. 63. [4] Contrera, Laura: Lirios, rosas, mariposas: notas incompletas sobre nuestras sexualidades infantiles avasalladas. Texto leído en el marco de las Noches raras organizadas por la Comuna de Emma, Chana y todas las demás, en la materia “Abordaje comunitario I” del curso Psicología Comunitaria, Facultas de Psicología UNA (Sajonia), Asunción, Paraguay, 29 de julio de 2009. [5] Tanto en sus obras editadas como en los cursos que impartió en el Collège de France, así como también en entrevistas (entre ellas la emisión radial que circula muy poco en nuestro medio y que se conoce como La ley del pudor), Foucault trabajó el surgimiento de dispositivos articulados en torno a la sexualidad humana, mecanismos productores de sujetos y reguladores de las poblaciones. También se refirió -de manera dispar- a las relaciones intergeneracionales y a la violación de las mujeres, para problematizarlas, de un modo que, con la ayuda de una lectura “desinvisibilizadora” de ciertos feminismos y teorías queer y post-feministas, nos resulta aún indispensable para abordar de una manera no lineal y simplista estas cuestiones. [6] No se trata de variables “superpuestas” de opresión, sino de espacios de “superposición” entre género, sexo y raza, en una red compleja de relaciones mutuas. Cfr. Preciado, Beatriz: Saberes_vampiros@War Beatriz Preciado, http://czc-virtual.blogspot.com/ [7] Contrera, Laura: “Abuso, infancia y poder: Palabras que hasta ahora me estaban misteriosamente prohibidas” en Revista Periférica, número 2, año 1, octubre/noviembre 2008. [8] Butler, Judith: Deshacer el género .Paidós, Barcelona, 2006. [9] Subrayo enfáticamente que se trata de “cierto” discurso pedófilo, que no es el predominante en los foros y sitios de intercambio. Desde esta postura se busca deslindar la violación y el abuso infantil de las relaciones románticas y sexuales consentidas con niñxs. Evidentemente, como escribió Weeks en el libro que anoto, no hay una pedofilia única. En general, la proliferación de identidades y prácticas sexuales es fácilmente constatable en la cotidianeidad, no sólo en los libros e informes especializados. [10] http://www.elpais.com/articulo/portada/vez/dificil/definir/perverso/elpepusoceps/20090222elpepspor_6 /Tes [11] Corea, Cristina: El niño actual: una subjetividad que violenta el dispositivo pedagógico. http://www.estudiolwz.com.ar/textos/texto.htm [12] Butler, Judith: Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Ediciones Cátedra, Madrid, 1997. Pág 18. [13] “En efecto, las cuestiones sexuales tradicionalmente son naturalizadas; de este modo, pueden escapar al debate político. El acoso o la violación se presentan como hechos de la naturaleza, al igual que la heterosexualidad del matrimonio o la ausencia de mujeres en la esfera pública. Su politización, ya sea que se trate de género o de sexualidad, de las separaciones entre hombres y mujeres, o entre adultos y niños, de la dominación masculina o, incluso, de la jerarquía de las sexualidades, corresponde a un esfuerzo de desnaturalización de las categorías sociales”. Fassin, Eric: Somnolencia de Foucault. Violencia sexual, consentimiento y poder. Texto originalmente publicado en Prochoix, dossier “Harcèlement contre consentement”, núm. 21, verano de 2002, pp. 106-119, publicado en español en Estudios Sociológicos XXVI: 76, 2008, http://revistas.colmex.mx/revistas/8/art_8_1187_9097.pdf. [14] Foucault, Michel: “La ética del cuidado de sí como práctica de libertad”, diálogo con Raúl Forote-Betacourt y otros en Boston College, 1984, en El yo minimalista y otras conversaciones. La Marca, Bs.As., 2003. Pág. 148. [15] Fassin, Eric: Somnolencia de Foucault. Violencia sexual, consentimiento y poder. Op. Cit. [16] Dice Fassin en el texto que vengo citando: “No se trata tanto de preservar el consentimiento frente a la violencia, sino más bien de definir sus condiciones de posibilidad dentro de una relación de poder”. [17] En nuestras sociedades occidentales, las relaciones entre adolescentes y adultxs jóvenes no implican en muchos casos tal diferencia de nivel relacional.